jueves, 18 de junio de 2009

COMPETITIVIDAD

El hombre siempre está luchando por ser el primero, destacar en todo, batir los recodrs, ser famoso, etc.
Desde pequeño en la escuela ya nos están poniendo un tope y con cada curso que superamos, al próximo año un poco más, pero claro todo esto desde la competencia, tienes que dar las revoluciones y no quedarte atrás. Se selecciona desde el primero hasta el último de la clase según la clasificación obtenida. Hoy en día se utiliza el método de sobresaliente, notable, aprobado, no acto, y no se si alguna cosa más, pero imagínate que te dan la clasificación de "no acto", pero, ¿es que no sirvo para nada? y nos cuesta mucho asimilarlo.
Vamos a tropezones día a día y siempre chocando con las mismas piedras. Yo recuerdo cuando tenía veinticuatro años, sacando el carnet de conducir que mi monitor al cabo de un mes dando las clases practicas, quería presentarme a examen, pues era lo normal en los alumnos, yo le dije que prefería practicar otro mes más, pues bien, terminando el segundo mes y en plena avenida con toda la circulación de vehículos, quería que fuera más de prisa y yo que no tenía ojos para atender la izquierda, la derecha, al frente y hasta los espejos retrovisores, le contesté que necesitaba más tiempo; me hizo ponerme a la derecha y detener el vehículo de inmediato para decirme: vas demasiado pendiente a la circulación, le vas dando paso a todo el mundo y tu no avanzas, cuando deberías ir el primero. Lo que para aquél hombre fue echarme una bronca, para mi fue un alago a mis virtudes como buen conductor, yo sabia que debía controlar la situación y estar muy seguro de poder detener el vehículo ante un imprevisto. Y yo me pregunto: ¿porqué ésta manía de tener que ser el primero?, tenía que echar media hora conduciendo, mi preocupación era hacerlo bien y no correr sorteando a los demás como en una carrera. Para llegar el primero solo había que quitar de la circulación todos aquellos vehículos que me estorbaban y así por muy despacio que yo fuera, siempre sería el primero.
Cada persona es un mundo distinto en un grado de evolución, no podemos pretender ir todos por el mismo sendero y a la misma par. Puede que una persona tarde cinco minutos en aprenderse una lección y que otra tarde media hora, y enseguida se nos viene a la mente, uno es más listo que el otro, es más inteligente el primero, el segundo es más torpe, sin darnos cuenta, hemos vuelto a tropezar: el inteligente y el torpe, lo lo que es lo mismo competencia. A mi modo de ver todos tenemos la misma inteligencia, solo que en diferentes grados de evolución, pienso que nuestro creador nos da a todos las mismas oportunidades, nuestro saber interior es igual para todas las personas, unos extraen más cantidad, otros menos.
Tengo amigos que cuando ven mis obras de modelado con el barro me dicen: yo sería incapaz de hacer esto, no tendría paciencia, y a mi se me cae el alma, no tengo respuesta inmediata, por fin les contesto que estoy dispuesto a enseñarles que vengan cuando quieran, y me insisten con la negativa: no tengo paciencia. Yo preferiría que me dijeran: me gusta pero no me interesa, estoy evolucionando en otra dirección.
Yo tuve un maestro que bastaba con que le dieras un apretón con tus manos al barro para que te dijera: fíjese, como ha modificado usted el barro dejando su huella, depositando su energía, alterando las formas, y yo pensaba: Dios mio si ahora que estoy empezando, ya hago estas maravillas, ¿que no llegaré a hacer?.
Diez años más tarde después de mucho practicar consigo hacer un busto más o menos perfecto, pero sigo practicando y perfeccionándome sabiendo que no he hecho nada más que empezar. Es una evolución continua que no debemos desperdiciar.
Cuando jóvenes necesitamos un trabajo para ganar dinero y vivir mejor, ése es nuestro objetivo, sin tener en cuenta si ese trabajo está acorde con nuestras cualidades y con nuestro gusto, lo importante es cuanto más dinero gane mejor voy a vivir. Con los años vemos que nos falta felicidad, que no nos gusta el trabajo y que podíamos estar haciendo otra cosa en la que fuéramos felices y ganáramos el sustento. Se puede caer en depresión y hasta se puede caer en la bebida, todo porque no nos conocemos, porque no hemos sabido encajar en nuestro camino en el sitio adecuado. Yo invitaría a que hiciésemos un alto en el camino, buscar un sitio tramquilo alejado de los ruidos y en plena naturaleza, y conectar con ése yo interior, llévese el tiempo que se lleve, una hora, diez horas o tres días; buscar hasta encontrarnos, y cuando llegue ése momento, no nos de vergüenza de mirarnos a la cara. Veremos como hemos perdido el tiempo sin haber evolucionado, saldremos reforzados y viendo la vida de otra manera, y estaremos dispuestos a emprender nuevos caminos acorde con nuestra personalidad y con nuestra existencia.

1 comentario:

  1. Bonita reflexión, que comparto casi en su totalidad. La única excepción que pongo es que los que no somos artesanos ni tenemos habilidades manuales, por mucho que lo intentemos y pongamos paciencia, nunca llegaremos a nada. Ahora bien, Dios nos ha dado otras posibilidades, y con ello, como tu dices, nos igualamos.
    Todos estos pensamientos se aprenden con la edad, y, aun así, se olvidan cuando es menester aplicarlos. El ser humano nunca acaba de aprender, por ello es que textos como el tuyo ayudan a recordar y a pararse un poco para evitar los descalabros.

    José María

    ResponderEliminar