sábado, 28 de marzo de 2009

Y tú ....¿Niegas la palabra?

Estoy hablando y hay tres personas que me escuchan, me siento feliz, me siento importante y soy el protagonista, soy el más inteligente puesto que los demás aprenden de lo que yo les cuento, y así me subo en ésta vanidad ignorante creyendo que soy el líder. No importa si hablo de cosas de las que poco sé, porque ellos no saben nada, y así continuo hablando, hablando y nadie me hace la contraria, todo lo que digo es importante.
¿Cuantas veces nos ha pasado esto?, infinidad de ellas, tanto es así, que suelen ser nuestros mejores amigos aquellos que nos escuchan, aquellos que no nos llevan la contraria.
El ser humano se vanagloria, cuando otros escuchan sus argumentos creyendo estar en lo cierto llevando la razón en sus ideas, pero vamos a probar escuchando a otros y comprobaremos que lo vamos a hacer por tres razones: primero, porque creemos que está en lo cierto y nos interesa el tema y además estamos ansiosos de preguntarle; segundo, lo escucharemos por educación dejando que los demás expresen sus ideas sin interrumpirlos; y tercero por caridad, porque aún habiéndonos percatado de que es un necio y un ignorante seguiremos escuchándole. Se nos hará muy aburrido y aguantaremos el tostón.
Hay un refrán que dice: "Se aprende más escuchando que hablando", y así es. En el primer caso aprendí puesto que me interesaba el tema hasta tal punto que hubiera estado muchas horas atendiéndole y no me habría cansado. En el segundo caso también aprendí que al dejar hablar a otros, nos van recordando pensamientos que también nosotros vamos a exponer cuando se nos permita. Y en el tercer caso aprendí que por muy ignorante que sea una persona, si se le deja hablar solo, terminará por aburrirse al acabársele el tema de conversación, y tarde o temprano se dará cuenta que su relato no nos interesa. Eso sí, cundo se haya cansado y comiencen hablando los demás, no tardará en interrumpirnos con nuevos argumentos, ésta vez probaremos otra táctica: dejémosle que diga lo que quiera, pero nuestra mirada la vamos a dirigir hacia una planta, por ejemplo, rápidamente se dará cuenta de que no le estamos atendiendo. Se enfurecerá e incluso cogiéndonos por el brazo, nos repetirá lo mismo pero con más énfasis. Nosotros le contestaremos: si, si te estaba escuchando, pero otra vez nuestra mirada la dirigimos hacia la planta. De nuevo vuelve a la carga, pero , ¿me estas escuchando?, moveremos la cabeza hacia adelante y continuaremos mirando la planta. Te aseguro que no volverá a abrir más la boca en un buen rato, dejando el campo libre para que los demás podamos expresarnos.
Cuando pequeño, en el colegio, a la más mínima por cualquier riña entre compañeros, alguien lanzaba éste decreto: "a mi no me hables más en toda tu vida". Cuando a mi me decían esto, se me caía una loza encima. En un principio me consolaba pensando: bueno, a mi en realidad no me hace falta su charla, pero no habían pasado tres días y estaba deseoso de verdad de que aquella persona me dirigiera su palabra. En mi, había un vacío muy grande, y mira que había compañeros en clase a los que dirigirme. Y nada, como críos que éramos, al poco tiempo alguno de los dos habría roto el decreto. Ahora, eso si, ésta vez íbamos a ser más amigos que antes.
El habla, como el agua, no se le debe negar a nadie. En una ocasión fui detenido y encarcelado por unos días hasta demostrar mi inocencia. Durante éste transcurso, después de leerme mis derechos, ya nadie me dirigía la palabra, yo no era nadie, y aunque intentaba hablar con los agentes cuando me trasladaban de comisaría al juzgado o del juzgado a prisión, nadie me respondía, solamente, ponga usted las manos que lo vamos a engrilletar. De casualidad uno de los agentes cuando me llevaban a prisión, me reconoció y me dijo: yo te conozco a ti, tu estás trabajando en tal sitio, y mi corazón vio una ventana abierta por donde entraba la luz, y yo fui a su encuentro y ella me consoló. Estuvimos hablando todo el viaje, y pude desahogar mi pena. Cuando me dejó en prisión, le dí las gracias por haber hablado conmigo, éstas gracias que salieron por mi boca fueron diferentes, jamás he vuelto a pronunciarlas como aquél día, allí estaba todo el gozo de mi corazón y todo mi agradecimiento hacia aquella persona. Aprendí ésta lección: no negaré mi palabra a ninguna persona.

2 comentarios:

  1. La palabra...ese preciado don que nos facilita la omunicación. Pero, sin embargo, las palabras engañan muchas veces y su significado puede depender de signos externos yajenos a ella misma. Es por eso que la palabra hablada es tan importante y no puede ser sustituida por la palabra escrita. Supongo que algo de esto es lo que quieres expresar en tu texto que, como verás,, he atendido todo el rato, sin distraerme.

    José María

    ResponderEliminar
  2. de categoria no sabia que escribias tambien, saludos

    ResponderEliminar