sábado, 25 de abril de 2009

LA VIDA POR CONFIAR EN TU AMISTAD

En mi parcela hay dos mirlas que son amigas mías.
Desde muy pequeñas aparecieron por aquí, unas veces por el jardín y otras por el césped, siempre buscando comida entre las hierbas. Una era muy negra y la otra un poco ceniza, las dos con su piquito amarillo.
Yo, que me he prometido a mi mismo de no hacer daño a ningún animal, paso por su lado una y otra vez, y cada vez me voy acercando más, y ellas se están confiando de tal manera que como mucho se apartan para no ser pisadas escondiéndose entre las plantas o debajo de la mesa.
¡Como me gustaría que se hiciera realidad mi sueño, que algún día los humanos viviéramos en armonía con los animales!, sin tener enemigos que nos huyan y nos guarden la distancia.
Yo he sido cazador, he matado muchos animales, conejos, perdices, zorzales. etc. pero hace quince años que vendí la escopeta y me retiré.
Ahora pienso de otra manera, pues no tiene sentido quitarle la vida a ningún animal, si no es por pura necesidad de hambre, y gracias a Dios, ése problema hoy en día lo tenemos resuelto.
Si el hombre no hiciera el daño que hace matando por placer, los animales serían nuestros amigos y los pájaros comerían de nuestras manos.
Y retomando el caso de las mirlas, el final no fue muy alentador, la blanquecina como yo le decía: murió en las fauces del perro de mi vecino, pues tanto se confió con su compañero, que cundo comía de su pienso, éste no dudó en quitarle la vida.
La otra desapareció sin más, pero al cabo de mucho tiempo, aproximadamente unos seis meses, aparece una mirla que permite que me acerque bastante a ella, por lo que la he reconocido y siento mucha alegría, ella parece alegrarse también, aunque en su mirada hay pena. Trae una pata rota que la tiene encogida sobre su pecho, con la otra posada sobre una rama de la higuera, me mira muy atenta y comienza entre los dos una comunicación sin palabras, solo mirándonos uno al otro.
"He confiado en los hombres y he intentado ser su amiga, pero un día uno, no de muy lejos de aquí, me esperaba escondido con una escopeta". "Yo confiada entré en su huerto para buscar alguna oruga que comerme, cuando me ha disparado un perdigonaso que si me coge me mata, por fortuna me ha dado en la pata dejándome coja. Ahora tengo que volver otra vez a tu jardín para alimentarme". ¡Como lo siento amiga mía! y me siento responsable de tu desgracia, porque si yo con mi actitud, no te hubiera enseñado a confiar en los hombres, tu guardarías las distancias con él, solo te puedo ofrecer mi confianza y la parcela donde puedes hacer vida, pero no te fíes de los demás que puedan entrar ocasionalmente.
Y los dos seguimos soñando que algún día en alguna ocasión podremos disfrutar de las maravillas de éste planeta, donde nos ha puesto el Creador para que vivamos en armonía.

1 comentario:

  1. !Que bonito!, y cuanto mensaje lleva tu relato, de seguir así te veo en el Colectivo de Letras Libres porque no desentonarías para nada.

    José María

    ResponderEliminar